[2014] 4ª San Silvestre de Villaverde Alto

[SKIVO]

Tras estar el día anterior en el dique seco y perderme la carrera de Daganzo, al levantarme supe que me tenía que perderme también ésta. Me vestí como pude y, viéndome desde fuera, daba penita, es lo que tiene estar gimiendo para ponerse unos simples calcetines, ¡gracias hernia discal!

Pero me fui a ver a mis forofos, pues a ello me había comprometido, y, por fortuna, mi dorsal pudo ser igualmente adjudicado. Dentro de lo negativo, al menos, algo provechoso. Qué bueno o0bservar a los nuestros otra vez, sonrientes, con ímpetu y ganas. Destacar ver a Fepargo trotar de nuevo, que hacía mucho que no le veía en esa coyuntura.

Curiosa la salida de esta carrera, parecía una competición de ésas de la campiña inglesa, a lo ancho de un campo, todos casi en la misma línea, estaba claro que no era con alfombrilla, pues ésta debería de haber medido unas cuantas docenas de metros.

Y otra vez la misma sensación de lentitud al ver correr a la gente... La verdad es que me sorprendió eso de nuevo, no sé cómo nos mirarán los que no corren, pero es evidente que, si no estás dentro del tema, la percepción dista mucho de la realidad.

Hay una soledad en la meta hasta que llegan los corredores que es muy curiosa, miras contínuamente a todos lados, observas cómo se van colocando todos, algunas imprecisiones, titubeos, órdenes organizativas, recolocación de vallas... Y ahí llegan los primeros, suelen llegar bastante solos, se les anima, pero queda algo desangelado. Por detrás va llegando el pelotón, caras felices, sprints finales, más pelotón, forofos, gente, forofos. Los que van sin camiseta naranja son bastante más difícil de identificar, así que todo acaba reduciéndose a los que la llevan, qué remedio.

Abrazos entre ellos, sudores, escalofríos, palmaditas... Buah, si es que esto es bonito se mire por donde se mire, no sabe la gente lo que se pierde.

Y, como está escrito en el libro de oro, hale, p'al bar.

carlosrunner habla de un incidente de Fepargo allí, pero fue una anécdota simpática, porque le pasó encima de que fue caballeroso, pues rozó a una señora que llevaba copas de más a esas tempranas horas, la pidió disculpas, pero ésta, en vez de restar importancia, se enfadó. El punto gracioso es que a mí me cedió su taburete y me dijo que qué mala leche tenía el tipo. Cualquiera le replicaba, asentí mientras tomaba el cedido asiento y me dispuse a relajar la espalda a la par que le daba trabajo a mi interior ingiriendo las consumiciones que el local proporcionaba.

Y de allí me fui muy contento, como es natural, aunque muy fastidiado con el dolorcito de marras, y preocupado pensando que, a sólo dos días, la que iba a ser mi quinta San Silvestre Vallecana consecutiva, dormiría también, junto a Daganzo y Villaverde Alto, el sueño de los justos, pero eso lo contaré ahora en la siguiente crónica ;-)